LO QUE VA DE
AYER A HOY: CHILE EN LOS TIEMPOS DE PINOCHET… (Primera Parte)
Por Carlos F. Ramírez
No resisto recordar algo desagradable ocurrido
en el mundo del fútbol hace tiempo, especialmente ahora que se está celebrando,
por segunda vez, la Copa América de Fútbol en un escenario que para mí trae imagines
muy variadas. Me refiero al Estadio
Nacional de Santiago de Chile, actualmente
sede principal de la mencionada Copa América Chile 2015.
No quiero dar detalles al lector, de lo que
viví en los horribles días del golpe militar del General Pinochet, que sirvió
para derrocar a un dizque gobierno de “izquierda”, en un país famoso por su
respeto a los valores humanos; que solo sirvió para iniciar un gobierno militarista,
que dejó una penosa aureola de crímenes, enriquecimientos ilícitos y destrucción de valores; en un
país como Chile al que siempre he tenido un cariño muy especial por su ambiente
democrático, y los buenos amigos que tuve y tengo allí, uno de ellos al que
llamaré Pedro…
Lo que les voy a contar lo recuerdo claramente,
aunque rara vez lo comento públicamente.
Y es que no he vivido peores
momentos y experiencias tan dramáticas como los que viví allí en 1973; durante
toda una semana vi por las calles de Santiago, circular camiones militares
llenos de cadáveres de civiles. Tampoco necesito que me cuenten el horrible ambiente
de esa Guerra Civil que obscureció la
bella y hasta entonces democrática Capital de Chile. Durante el día los cínicos “siúticos” (apodo despectivo
que daban a quienes simpatizaban con el gobierno de Pinochet) llenaban los
cafés para aplaudir el golpe militar, mientras por las calles desfilaban las
víctimas de ese “Golpe Militar”; eso, en un país que había sido hasta entonces
un ejemplo de democracia en Latino América.
(Aclaro al lector que jamás he simpatizado con
el llamado comunismo; pero siempre he
estado en contra del uso de la violencia como excusa para cualquier “ismo” en
cualquier país.)
En esos días, mi querido amigo Pedro, de ideas totalmente democráticas, que lo habían hecho respaldar al gobierno
“izquierdista” del político Allende, quien resultó ser uno de esos “comunistas nylon”, que nunca practican lo que
predican.
Me constaba que quien había prometido igualdad,
vivía al llegar a la presidencia, como un “Creso”, derrochando con sus
compinches, en forma absurda el dinero, precisamente que por haber prometido combatir, le había valido el voto democrático
de los chilenos.
En esos días de 1973, tenía yo un programa de
radio y televisión (“¿Qué Hay de Nuevo?”).
Entrevisté en Chile, tanto en su casa como en su oficina al mismo Pinochet; y también distintas personas,
desde industriales a choferes de taxi; todos me contagiaron con un ambiente de sentimientos
enfrentados. Los “allendistas” de buena fe,
sin decirlo se mostraban como defraudados por incumplimiento de promesas que habían llevado a la Presidencia a
Allende. Además, mi amigo que le fue
fiel, me comentó en una visita a México,
su desilusión por la forma como había
dado viraje brusco a sus promesas.
Yo solo escribo lector, sobre lo que me consta.
En Chile, hablé (sin identificarme) con choferes de taxi, empleados de gobierno
y empresas privadas, gente de la calle…todos coincidieron que un país democrático
como era Chile había cometido un grave error al elegir a su Presidente.
Todo esto lo comenté en mi programa “Que Hay de
Nuevo” que tenía entonces en radio y televisión independiente. Y apenas dos o tres meses después, un
telefonema me llegó a mi casa, de un amigo chileno, un “Allendista”, desilusionado, y que
trabajaba para el gobierno con quien había creído; y me explicó el por qué había pedido lo
enviaran a la Embajada de su país en Brasil..
(“Varios de mis amigos se han
convertido en ricos, con negocios ilícitos protegidos por el gobierno; me da
asco, por eso pedí al “camarada Allende” que me enviara al extranjero a
trabajar en una embajada de Chile”)
Angustiado me habló de haber enviado a sus dos hijitas de vacaciones a
Santiago, en casa de su hermana. “En la madrugada de hoy ocurrió un golpe
militar”, me dijo; “como supondrás, no puedo ir por ellas, porque los “milicos”
(sic) me encarcelan. Ya hablé con mi
hermana y dije que voy a pedirte que vayas a recogerlas y las saques del país. Si voy yo, me meten a la cárcel. Ellas tienen boletos de avión”.
No lo dudé. Al día siguiente estaba en el avión, rumbo a
Chile. Lógicamente, pasado el momento
emocional, me puse a pensar desde mi asiento como le haría para sacar a las dos
chiquillas de un país en plena catástrofe militar… Si el lector está interesado, le pido que lea
este espacio en dos o tres días más…