RECORDANDO AL “CHALO”
FRAGOSO
Por Carlos F.Ramírez
La muerte de “Chalo” Fragoso trajo consigo una serie
de recuerdos del bonachón, simpático y sencillo centro delantero mexicano,
Javier Fragoso a quien todos llamaban “Chalo”.
Lo recuerdo en su debut con el América que dirigía en 1964 el excelente
entrenador argentino Alejandro Scopelli, y con quien coincidí un viernes en uno
de esos “almuerzos” que esporádicamente tenía yo con otro entrenador argentino,
el “chispeante” Renato Cesarini. Recuerdo que se discutió sobre la actuación de
México en el Mundial de 1962 – para mí, tomando en cuenta circunstancias y
rivales ha sido la mejor actuación de una selección nacional en un Mundial.
Fue interesante comparar al muy educado Don
Alejandro, con el expansivo y explosivo Don Renato. Era un contraste que movía a pensar, sobre
todo porque confieso que mi presencia en esas comidas y discusiones eran casi
siempre como espectador. Desde muy joven
me enseñaron a escuchar a los que saben y solo discutir con los que creen
saber. Y ambos entrenadores argentinos, definitivamente,
sabían mucho de fútbol.
Su estilo era también diferente, uno calmado y
profundo; el otro superficial y conocedor.
Por eso cuando la charla se movió de selecciones nacionales (algún día
les contaré como analizaron ese día al fútbol mexicano) a clubes de la liga en
México, lo que aprendí nunca se me ha olvidado.
Scopelli había heredado un equipo América,
recién adquirido por quienes son todavía sus propietarios; querían alejar al
equipo del sistema “Trelles” que a su vez había heredado importaciones que
no encajaban con el concepto de equipo,
como el argentino Schadlein, los brasileños Jurassy, “Zague” y Moacyr; y el Curazaleño, Martell.
Para Don Alejandro, el reto era desarrollar
jugadores locales que pudieran ir reduciendo el número de delanteros
extranjeros. Algo sobre el particular, se
mencionó ese día durante la comida en el restaurante “L’Escargot”, allí
cerquita del estadio donde hoy juega Cruz Azul, en Insurgentes. En cambio para Don Renato, la cantera
mexicana de la UNAM era la única solución para llevar al fútbol mexicano al
sitio que no tenía. “Yo ya hice mi
trabajo”, dijo. “Toca ahora a directivos
de los equipos apoyar todo lo que he tratado de enseñar”.
Recuerdo las palabras de Cesarini: “el jugador
brasileiro es el que mejor se adapta a la idiosincrasia del mexicano. Por eso, uno atrás (Carlito Peters) y otro
adelante (Niccola Gravina) es la herencia que dejó en los Pumas. Junto a ellos es más fácil para el jugador mexicano
adaptarse y formar equipo, ya que el estilo de los Mejía Barón, “Rulo” Vázquez,
Luis Regueiro, Urquiola, Aarón Padilla, etc. choca con el estilo sofisticado y
exagerado de algunos jugadores argentinos”.
Scopelli escuchaba y como ser inteligente que
era, evitaba meterse en discusiones que generalmente son la pasión del fútbol y
rara vez llevan a solución satisfactoria.
Y recuerdo que comentó que él prefería “jugadores como Portugal,
Pepín González, Juan Bosco y el “Gato” Lemus,
que coincidían en su estilo con jugadores extranjeros que juegan con la mente
abierta y que no hayan venido al fútbol mexicano a desplazar a los buenos
jugadores que hay aquí”.
Recuerdo que en medio de esa conversación
animada – lo más difícil que he encontrado en la vida es quitarle la palabra a
un argentino cuando discute sobre fútbol – me atreví a mencionar los planes
sobre un nuevo jugador, que venía bien recomendado: Javier Fragoso.
Scopelli fue siempre mesurado en su
crítica. (Recuerdo que en Viña del Mar,
durante el Mundial de 1962, lo encontré en el hotel saliendo de una junta con
Ignacio Trelles; y con gesto desesperado pero mesurado, me dijo: “Ramírez, por
favor quítele lo terco a su paisano!”, refiriéndose a una discusión tenida con
Nacho, sobre la alineación que presentarían ante España.)
Así, sabiendo que era poco lo que duraría el
excelente goleador pero ya veterano José Alves “Zague” (padre del Zague II, también
triunfador en el fútbol mexicano) Don Alejandro eligió a “Chalo” Fragoso como reemplazante
ideal del brasileño. Pero por su respeto
al ser humano que siempre lo distinguió, decidió desarrollar lentamente al que
era el lógico sustituto del excelente veterano centro delantero
brasileiro. Así, Fragoso fue alineado
como pareja de “Zague I”, acompañándolo y apoyándolo en casi la mitad de los
partidos del Campeonato 1964-65. Y al
campeonato siguiente, lo colocó de titular para ver que le aprendía al veterano
ariete brasileño.
Javier Fragoso acaba de fallecer, y siempre habló positivamente sobre su carrera. Su versatilidad y entrega, su adaptabilidad a las necesidades del equipo más que a las propias, le valió a Javier estar en dos mundiales, y en ambos acató decisiones sobre su función sobre la cancha que exigieron combinar humildad y entrega totales.
De lo que nunca habló abiertamente, es de cómo
lo trataron cuando su equipo cambió de administradores. Es común que ocurra con los jugadores en el
fútbol mexicano: no duran mucho en el equipo donde se forman, destacan y ayudan
a triunfar. Es decir, rara vez se
reconoce el valor del jugador como ser humano.
Descanse en paz una víctima más del trato que comúnmente se da al
jugador mexicano que no cuenta con ningún organismo legal que lo proteja. Me temo que “Chalo” ni ha sido el único y no será
el último.
Fragoso, en medio... junto al Cabo Valdivia y Basaguren en el Mundial México 70. |
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