UN TIGRE SIN RAYAS
Por Carlos Calderón Cardoso
Historiador, escritor, columnista y analista del Fútbol Mexicano.
En la década de los sesenta, uno de los defensas más carismáticos,
viriles y con unas agallas para pelear el esférico como pocos lo era Guillermo
Sepúlveda. Como su apodo bien lo decía, Sepúlveda era un verdadero “Tigre” que,
por las buenas o por las malas, impedía los avances enemigos.
Inició su carrera en el Atlas, pero sin duda sus mejores momentos
los vivió con el Guadalajara, equipo con el que fue campeonísimo ganando varios
títulos de liga. Seleccionado nacional en múltiples ocasiones, asistió a las copas del mundo de 1958 y 1962. Hacia
1966, ya con el equipo Jabatos de Nuevo León, Sepúlveda era el capitán de la
selección y estaba a punto de jugar su tercera copa del mundo, pero algo
ocurrió el 12 de junio de 1966 que cambió su vida para siempre.
México jugaría ese día contra el Totthenham Hotspurs en el recién
inaugurado estadio Azteca. El técnico Ignacio Trelles comenzó a leer la lista
de los que saltarían al campo. Los seleccionados sabían que los únicos seguros
eran, como siempre, “La Tota” Carbajal, Isidoro Díaz y “El Tigre” Sepúlveda. Trelles gritaba el nombre y el indicado a su
vez respondía ¡listo!.
Comenzó el rito:
¡Carbajal!.. ¡listo!., ¡Chaires!.. ¡listo!, Del Muro.. ¡listo!, cuando
Trelles anunció el nombre del segundo defensa central el “Tigre” Sepúlveda se
quedo helado, ¡Núñez!.. ¡listo!...
Tras una larga preparación, en el último partido en canchas
mexicanas antes de partir rumbo al continente europeo, Sepúlveda ni siquiera
era nombrado. No pocos fueron los que voltearon a ver el semblante del “Tigre”,
quien no sabía que pasaba. Esperando a que Trelles acabara con la lista para
preguntarle, de pronto vio que se acercaba el máximo dirigente del futbol
mexicano, Guillermo Cañedo y el jefe de la delegación mexicana Felipe Zetter.
El presidente de la Federación Mexicana de Futbol se paró a unos
metros del grupo, y con la mano le dijo a Sepúlveda que se acercara. Alzando la
voz, para que todos escucharan, le dijo: “Agarra tus cosas y te me vas a la
chingada. Aquí no queremos lidercillos que vengan a desestabilizar al grupo, pasa
por tu liquidación porque tú, a la selección, no vuelves y ten mucho cuidado
con esa bocota, porque hasta lo poco que te queda de carrera se te acaba”
Y dándose la media vuelta, Cañedo y Zetter se fueron como habían
llegado.
Esta historia comenzó meses atrás, cuando en una concentración del
tricolor, Sepúlveda –junto con otros jugadores-
propuso que formaran la asociación de futbolistas para lograr ciertas
canonjías, como lo son mejores sueldos y trato más justo a los
futbolistas. Sepúlveda se puso en
contacto con los líderes de los gremios de Uruguay, Argentina y algunos
europeos, para saber como funcionaban. Dio su informe y formaron una comisión
que sentaría las bases de lo que sería la asociación mexicana de futbolistas
profesionales. Tenían planeado que antes del viaje a Europa se reunirían con
los dirigentes para hacerles saber sus demandas, entre las que destacaban
partidos a beneficio de jugadores ya retirados y que tenían una situación
económica no muy estable. El primer partido a beneficio, sería para Juan
“Bigotón” Jasso, ex capitán de chivas. En la comisión, destacaban como
presidente el mismo Sepúlveda, como secretario Jesús Del Muro y como tesorero
“La Tota” Carbajal. Tres pesos pesados de la selección.
Aquella reunión secreta, permanecería así por juramento. Nadie de
los que tomaron parte diría nada hasta que la comisión entablara pláticas
directas con directivos y periodistas…
Sepúlveda tomó sus cosas y
se fue a los vestidores, para recoger su maletín y sus vendas. Tras de él
aparecieron Carbajal, Del Muro y los demás seleccionados, salvo Ignacio Trelles
que comprendió que no era momento para meterse en algo que le era ajeno.
Molesto, Carbajal dijo que lo apoyaban y que estaban dispuestos a parar.
Sepúlveda lo contuvo. “No mi Tota, si fuéramos todos, pero ya ve que no es
así…”
En el vestidor, ante todos, Sepúlveda anunció su separación del
plantel, pero pidió que como hombrecitos, el soplón diera la cara. “-yo fui-
dijo José Luis “La Calaca” González.
Sepúlveda tuvo ganas de golpearlo, pero apretando el puño soltó
una maldición y se retiró del lugar, mientras que del resto, unos apoyaron al
“Tigre” y otros, se fueron del otro lado con González. Era una selección
dividida, pero desgraciadamente, casi todos pensaban como “La Calaca”, sentían
que meterse en broncas les significaría estar fuera de la selección y lo que
ellos anhelaban era jugar un mundial de futbol.
Extrañamente, los líderes del grupo, los que intentaban
reivindicar la labor de los futbolistas fueron requeridos muy poco en el Mundial
de Inglaterra. Carbajal, antes indiscutible del tricolor, sólo actuó en el
último partido contra Uruguay, cuando ya la selección mexicana estaba
eliminada. Jesús Del Muro, tan solo jugó ante Inglaterra, cuando era
considerado el hombre de hierro de la defensiva mexicana y Sepúlveda, en el
mejor momento de su carrera, ni siquiera fue convocado para ocupar un lugar
entre los 22 jugadores que asistieron al Mundial de 1966.
Al Tigre lo humillaron, pero jamás perdió su dignidad, esa sí que
la tenía bien puesta…
"Tigre" Sepúlveda |
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