lunes, 17 de marzo de 2014


 

LA CHILENA


Por Carlos Calderón Cardoso

Historiador, escritor, columnista y analista del Fútbol Mexicano.
 
Era el  22 de marzo de 1915 en San Fernando, Cádiz, Enrique Gómez Muñoz "Spencer", sevillano ala derecha del Sevilla, se lanzó de espaldas al marco y en esa posición, en el aire, conectó con el pie derecho, para mandar la bola al ángulo. Esta es la referencia más antigua que conocemos, pero que en su momento solo localmente se advirtió.

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 Unos años más tarde, en el año de 1922 cuando en la cancha de Talcahuano, un puerto chileno, un hombre llamado Ramón Unzaga, de origen vasco, decidió que el fútbol era un arte que no podía quedarse con lo básico: correr tras la pelota y tirar a un arco, muchas veces desvalido por las malas salidas del portero. Tenía que haber algo más, nuevas jugadas, nuevas formas de conseguir la meta de anotar un gol. Unzaga, que gustaba de las cabriolas y las volteretas decidió un día aplicarlas en la cancha. Su equipo perdía por dos goles. El portero enemigo con el balón en las manos despejó como tantas otras veces hacia un compañero. Unzaga estaba cerca y la bola lo había techado, pero se volvió rápidamente y dando la espalda a la meta miró detenidamente el esférico. Más no podía voltearse. No se volteó. No. Ahí de espaldas al marco voló en el aire, empeinó la pelota con su pie izquierdo y dando una maroma hacia atrás la echó para gol. La esférica fue por los aires directamente al ángulo superior derecho y se metió sin que el portero hiciera otra cosa que mover los brazos y mirar como todos los presentes, asombrado. No sabemos si Uzcanga conocía la peripecia de “Spencer”, es difícil, porque las noticias de aquellos años no se difundían como las de hoy en día. 

Ese día, de la cabriola de Uzcanga, entre los asistentes estaban los hermanos Arellano quienes tres años después serían los fundadores de uno de los equipos de mayor tradición en el fútbol chileno: El Colo Colo.

David Arellano se dio a la tarea de practicar aquel lance: parado sobre un plano, lanzaba el balón en forma recta por encima de su cabeza y recostándose en el aire golpeaba el mismo en su descenso boleándola hacia atrás con alguno de sus pies encorvando los dedos hacia adentro para que el esférico no saliera volando por los aires, sino que cayera justo hacia la portería. Al efectuar esta jugada, invariablemente se cae sobre la espalda, por lo que las manos son parte fundamental para amortiguar el golpe, así como caer primero con la parte alta de la espalda, apenas abajo de los hombros.

 
En 1927, el Colo Colo realizó una gira por América -incluyendo México- y Europa. Fue en España donde David Arellano cautivó las canchas con la famosa jugada y la prensa ibérica no dudó en bautizarla como "chilena´, por que fue a un jugador de aquel país al que vieron hacerla, sin saber que un sevillano ya la había practicado con anterioridad.

A lo largo de la historia, la chilena o tijera sigue cautivando a propios y extraños. Sin duda, uno de sus máximos exponentes ha sido el mexicano Hugo Sánchez, a tal grado que en su paso por España fue sello característico de sus goles, como aquel que le hizo al Logroñes que fascinó al mundo entero. De tal forma que si en la Madre Patria le dieron el título de chilena hace muchos años, se sintieron con el derecho de cambiarlo: cuando uno ve la jugada en aquel país se dice que acaban de realizar una huguiña. Llámela como quiera, sevillana, chilena o huguiña, pero no deje de admirarla...

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Hugo y su gran chilena.
 

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